Con este artículo te doy la bienvenida a mi blog.
En primer lugar, vamos a entender, comprender cómo nuestro cerebro, el órgano motor, de donde salen todas las instrucciones al cuerpo, es el que decide lo que hacemos y cómo reaccionamos ante las situaciones.
Tus emociones y los procesos que se dan en el cerebro provocan sensaciones en nuestro cuerpo que hacen que nos comportemos de una u otra manera.
Empezamos.
El cerebro tiene una única función en el cuerpo humano:
Mantenernos con vida.
Y esto explica dos cosas:
- que el cerebro siempre esté alerta, buscando en todas partes potenciales peligros de los que protegernos.
- que no le guste gastar energía en pensar, ya que el mayor gasto de energía es una amenaza para la supervivencia.
¿ Cuántas cosas de las que forman tu rutina diaria puedes hacerlas casi “ sin pensar” ?
Desde levantarnos de la cama, lavarse la cara, hacer café hasta el camino en coche al trabajo o al colegio de los niños podríamos hacerlo con ojo abierto y otro cerrado.
Son acciones que las hemos repetido tantas veces que el cerebro las ha aprendido de memoria y las ha convertido en hábitos y costumbres, así que al hacerlas no tiene que gastar energía en pensar. El cuerpo va solo.
Gastar energía es algo que no le gusta al cerebro, él quiere sobrevivir. Por eso, todo aquello que requiere una gran concentración mental o aquello en lo que tenemos que poner un esfuerzo siempre nos cuesta trabajo.
Es aquí cuando aparecen los problemas, cuando queremos conseguir un objetivo, adoptar hábitos nuevos, adaptarnos a cambios inesperados que nos obligan a modificar nuestras rutinas..
El cerebro no quiere salir de la Zona de Confort porque ahí estamos cómodos y seguros. No hay riesgo para nuestra supervivencia, en nuestra familiar rutina diaria apenas tenemos que realizar grandes esfuerzos
Sin embargo, hay algo que nos empuja a salir de ahí, a movernos, a superarnos.
Entra en juego el afán de superación y una poderosa fuerza motora que ha sido la base de todos los descubrimientos que ha dado lugar a la evolución humana:
La Curiosidad.
Entonces, cuando la curiosidad ( o la necesidad) es más fuerte que nuestro miedo, salimos dejamos atrás la comodidad que encontramos en ese círculo de confort en el que pasamos nuestros días para entrar en una zona llena de aventura, donde están los retos y desafíos, donde vamos a cometer errores y a aprender de ellos.
Es así, cómo crecemos y evolucionamos: aprendiendo cosas nuevas, poniendo en práctica nuestra Resiliencia, que implica no solo la capacidad de resistir ante las dificultades, sino de poder aprender de ellas para salir más fuertes y capaces de las situaciones adversas.
Al percibir situaciones nuevas que no tiene programadas cómo nuestras rutinas diarias, se pone en alerta. Tiene que esforzarse en pensar, fijar la atención y eso le lleva a gastar más energía.
Peligro. El cerebro percibe todo lo nuevo cómo un potencial peligro.
En un afán de protegernos, va a desplegar todo un arsenal de autosabotajes entonces cuando aparece la procrastinación, el autosabotaje, el diálogo interno negativo… para obligarnos a quedarnos donde estamos, dentro de nuestra segura zona de confort.
Donde no hay peligro, ni riesgo, ni esfuerzo, pero tampoco hay crecimiento ni evolución..
Para poder transitar el camino que separa una zona de la otra, necesitamos tener al cerebro de nuestra parte, necesitamos que se sienta cómodo con lo que hacemos y para eso tenemos que desarrollar nuevos hábitos, es decir, necesitamos empezar a aprender a hacer cosas diferentes.
Tendremos que conectar con nuestros valores, con aquello que nos importa de verdad, aprender a gestionar nuestras emociones, cuestionarnos nuestras creencias..
En definitiva, “ Crecer cómo personas”
A través del Coaching encontrarás la llave que te permite abrir la puerta a tu nueva zona de aprendizaje, aumentando tu autoconocimiento y potencial.