En el proceso que te lleva a lograr una meta, cambiar un hábito o conseguir un objetivo, la Motivación y la Fuerza de Voluntad trabajan juntas, pero en sentido contrario.
Empezamos mal.
Todo lo que comience con fuerza, es-fuerzo, ya nos dice, por propia definición que no se mantiene en el tiempo.
Solemos justificar nuestros fracasos usando dos palabras: motivación y voluntad: “perdí la motivación”, “me falta voluntad” y, desde aquí hasta el infinito de las excusas….
¿Sabes la diferencia entre las personas que consiguen lo que se proponen y las que no?
Que las primeras saben hacer uso de ambas, motivación y fuerza de voluntad, en los momentos precisos que necesitan cada una, y están profundamente conectadas con su propósito final, saben perfectamente para qué necesitan lo que quieren.
Entienden cómo invertir su propia motivación para generar acción y sienten, cuándo la motivación les abandona, que deben acudir al banco de la fuerza de voluntad y retirar fondos, siendo conscientes, en todo momento, del valor de su esfuerzo para lograr resultados.
En el proceso que te lleva a lograr una meta, cambiar un hábito o conseguir un objetivo, la Motivación y la Fuerza de Voluntad trabajan juntas, pero en sentido contrario.
Sobre la primera, la Motivación, ya hablamos la semana pasada.
La Motivación es la energía que nos impulsa a movernos cómo resultado de un proceso emocional. Cómo toda emoción, no es predecible ni controlable ni requiere de ningún esfuerzo, simplemente es o no es, la sientes o no.
Arrancas o no.
Sin embargo,
“La FUERZA DE VOLUNTAD, es la fuerza interna a la que acudimos para no abandonar nuestras metas o propósitos cuando la motivación nos abandona”
Cuando nos olvidamos de para qué estamos haciendo lo que hacemos y su verdadero significado para nosotros, cuando ya estamos cansados o no nos apetece, cuando hemos tenido un mal día y lo último que queremos es volver a ponernos manos a la obra al día siguiente. Cuando, a veces, no encontramos el sentido para continuar.
La fuerza de voluntad es, por tanto, el resultado de un proceso mental, de un diálogo interno que nos empuja a seguir, una decisión consciente de llevar a cabo un comportamiento adecuado a nuestros propósitos.
Al no depender de factores emocionales, podrá ser más estable y duradera en el tiempo según cómo la entrenes.
Si la motivación proviene del mundo emocional, la fuerza de voluntad nace de nuestro cerebro racional, por lo que requiere de un esfuerzo cognitivo.
“Si la Motivación nace del CORAZÓN, la Fuerza de Voluntad nace de la MENTE”
Trabajando en equipo y conectando una con la otra, podremos avanzar en nuestras metas.
Mago More en su libro Superpoderes del éxito para gente normal, tremendamente clarificador y con gran sentido del humor, lo explica con una fantástica metáfora:
“La motivación es la cerilla que prende la mecha y la fuerza de voluntad es la cera de la vela”
Por tanto, ambas son necesarias en los distintos momentos del proceso, por muchas cerillas que encendamos (motivación) si no tenemos cera (fuerza de voluntad), difícilmente podremos mantener la llama.
¿Qué ocurre, entonces, que nos hace perder la motivación primero y tirar la toalla después?
Ocurre que la motivación desaparece y la fuerza de voluntad se agota. La motivación te da el impulso a corto plazo y la fuerza de voluntad la dirección a largo plazo.
Motivación es impulso, energía creadora.
Fuerza de Voluntad implica esfuerzo, sacrificio, energía que consume. Es resistencia: la capacidad de resistirnos a fumar el cigarrillo cuando llevas días intentando dejarlo, de no ceder a la compra por impulso al salir del súper si queremos ahorrar, de no comer a deshoras…
La Fuerza de Voluntad requiere Autocontrol.
El Autocontrol requiere Compromiso.
Pura concatenación:
“La clave no es la Fuerza, es el Compromiso”
Una de las partes más importantes en un proceso de coaching es conseguir que la persona conecte con sus valores más importantes a la hora de marcarse un objetivo, cuanto más importantes sean estos valores, mayor compromiso tendrá con ella misma y mayor será su fuente de automotivación.
Recuerdo el caso de una persona de 67 años que no conseguía perder peso, no tenía fuerza de voluntad para seguir con las dietas de turno y el hecho de verse más atractiva y usar una talla menor no le motivaba en absoluto. Pasaba el día respetando las pequeñas comidas del dietista, pero cuando llegaba a casa por la noche siempre cedía a la tentación: pizza congelada, helado del congelador.
Buceando en su proceso, pudo entender el verdadero “Para Qué” de querer adelgazar, y pudo conectar con el valor personal que le dio la motivación y la fuerza necesaria para conseguir perder los kilos que le sobraban y aprender a comer de forma diferente: poder montar en bicicleta con su nieto de 5 años; su sobrepeso hasta ahora, no se lo había permitido.
Desde ese momento, el enfoque y el proceso fueron totalmente diferentes, cuando conectamos con nuestros verdaderos motivos, nuestros valores personales, se hace mucho más fácil superar los inconvenientes, las caídas y los traspiés.
Nos sentimos más comprometidos y necesitamos menos fuerza para tener éxito.
Aun así, el camino no fue fácil.
La pérdida de autocontrol, los conflictos personales, las inseguridades, distracciones, los estímulos constantes nos hacen flaquear y ceder a las recompensas inmediatas. Hasta que logremos crear un hábito, tendremos que aprender a resistir las tentaciones.
Esa persona, con el tiempo, dejó de hacer dieta porque había aprendido a comer saludable, había hecho de su objetivo un hábito para el que ya no tenía que esforzarse.
“La fuerza de voluntad no es otra cosa que la intensidad con la que nos resistimos a nuestros deseos.”
Fuerza significa intensidad, pero no podemos hacer las cosas “intensamente” todo el tiempo, no podremos someter a la fuerza a nuestra voluntad todos los días.
Tenemos más fuerza de voluntad cuanto más somos capaces de retrasar lo que se llama Gratificación Inmediata, es decir, cuanto más tiempo tardemos en caer en la tentación. El ceder a las tentaciones nos provoca placer a corto plazo, pero nos aleja de la satisfacción de conseguir nuestras metas a largo plazo,
El secreto del éxito: “La capacidad de resistir las tentaciones a corto plazo para lograr metas a largo plazo”
La sociedad que hemos creado en la actualidad y los avances de la tecnología no nos lo ponen nada fácil, se premia la gratificación inmediata a todos los niveles, y una vez que el cerebro ha segregado la dopamina que produce el placer inmediato ya estamos bajo los efectos de una droga.
El internet de las cosas, llámese Alexa o Siri, la red 5G, la necesidad continua de mirar el móvil cuando tienes que estar concentrado en una tarea, las redes sociales, el bombardeo de notificaciones… son formas de satisfacer todos nuestros deseos de forma rápida y sin esfuerzo. Sobrecarga de estímulos diarios para ceder al placer a corto plazo.
Para ceder a nuestros impulsos.
“Cuando somos impulsivos, el pensamiento cede el paso al instinto.”
Situaciones tan dispares cómo: estudiar una carrera, mantener una buena relación de pareja, seguir una dieta o controlar tus gastos mensuales, tienen en común su dependencia de que seamos capaces de controlar las tentaciones e impulsos inmediatos a corto plazo para conseguir una meta a largo plazo.
“Enciende un sueño y déjalo arder en ti “
W. Shakespeare
Si, pero ¿Cómo se hace?
En primer lugar, prográmate para ello. Presta atención a tu lenguaje porque nos programamos a través de las palabras que usamos.
Aprende a escoger las palabras adecuadas, elimina los “tengo qué” por, simplemente “quiero”.
Seguro que no te sientes igual diciendo:
“tengo que ahorrar más” que “ quiero ahorrar más para disfrutar de unas vacaciones con mi familia”
Elimina de tu vocabulario el mayor número de palabras que expresen obligación y negación y cámbialas por aquellas que expresen deseo y voluntad.
La Programación Neurolingüística, ayuda a aprender a reprogramar el lenguaje de tu propia mente para alcanzar metas personales y mejorar nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos. Empleada en un proceso de Coaching, te ayudará a:
- Definir muy claramente tu meta: objetivo Smart.
- Conectar con el propósito que hay detrás de tu objetivo, la clave será identificar los valores personales que te mueven a ello.
- Identificar tus miedos y resistencias.
- Visualizar y sentir el resultado en tu cuerpo, practica al despertar o antes de dormir, visualizar cómo sería tu vida y cómo te sentirías con lo que quieres en ella. Ojo, el resultado puede sorprender.
- Prográmate para ello, usando el lenguaje adecuado: menos obligación, más devoción. Cambia el deber por la decisión.
- Celebra las pequeñas victorias, los pasos que seas capaz de dar cada día te llevarán a zancadas mayores al día siguiente.
- Aceptar y aprender de los fracasos, también son necesarios para avanzar, te ayudará a no caer en la frustración.
- Cuidar las fugas de energía: ¡huye del perfeccionismo!
Y, sobre todo, a tener a mano la cerilla de la Automotivación cuando estemos al límite del esfuerzo.
Estos serán los momentos clave, no se trata de abandonar cuando tengamos una caída, sino de ser Resilientes, aceptar que hemos fallado, aprender del error y levantarnos con esa nueva experiencia que nos va a llevar a intentarlo ahora con una mayor automotivación.
¿Estás preparado para empezar?
¡Feliz semana!