Aunque en muchas situaciones de la vida es importante ser flexibles, adaptarse y ayudar a los demás, es importante entender que esa flexibilidad no debe quebrarnos por no saber decir un “No” a tiempo.
El uso más constructivo de la palabra “No” es que nos permite poner límites. Algunas razones por la que no somos capaces de expresar lo que de verdad queremos, poniendo las necesidades de los demás por encima de las nuestras, suelen ser sentimientos de culpa, pena o tristeza por las circunstancias del otro “no puedo negarme porque pensara que soy mala amiga”, “tengo que quedarme con sus hijos porque no tiene pareja” y, también, el miedo al rechazo.
Aquí juegan un papel muy importante nuestras creencias, a las que dedicaremos un capítulo más adelante. Puede costar decir “No” cuando creemos que al negarnos a hacer algo estamos siendo malas personas: “si no le hago el favor, soy mala amiga”
De hecho, ser capaces de expresar nuestras necesidades es la mejor manera de tener buenas relaciones, al mediar el respeto entre ambas partes. Y nos permite tener una relación sana con nosotros mismos, ya que, saber comunicar nuestros límites de forma asertiva, hace que aumente el respeto por nosotros mismos manteniendo sana la autoestima.
Esto también incluye a la tecnología, la esclavitud de tener que ser los primeros en comentar, contestar o devolver una llamada para cumplir expectativas ajenas, cuando sientas la necesidad de contestar “al momento” plantéate:
¿Qué está siendo lo más importante aquí? Para aprender a poner límites, primero, debemos hacer un ejercicio de autoconocimiento: ser conscientes de lo que queremos y necesitamos en cada momento. No podremos poner límites a los demás si no sabemos donde están los nuestros propios.
Segundo, comunicarlos de forma asertiva, logrando que los demás nos respeten a la vez que les respetamos a ellos. Empieza por eliminar toda carga emocional y acusaciones de tu comunicación:
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